Por JAKE COYLE
CANNES, Francia (AP) — Uno de los momentos más virales del 75º Festival de Cine de Cannes, que concluyó el fin de semana con la entrega de la Palma de Oro a “Triangle of Sadness” de Ruben Ostlund, no fue un desliz en la alfombra roja o esos aviones de combate que volaron sobre la cabeza de Tom Cruise. Fue el director James Gray haciendo un argumento reflexivo sobre cómo el cine popular puede ser más que de superhéroes.
Gray, quien estrenó en Cannes su película autobiográfica “Armageddon Time” sobre el paso a la adultez en la década de 1980, recibió un gran aplauso por sus comentarios, que sugerían que los estudios de Hollywood deberían estar dispuestos a perder dinero haciendo películas menos basadas en franquicias para ayudar a expandir, en lugar de limitar, el público cinéfilo.
“Alguien tiene que hablar con el otro lado”, me dijo Gray la mañana después del estreno de “Armageddon Time”. “Así es como mantienes el interés general en el medio. Si solo te enfocas en una astilla y lo haces una y otra vez, estás en un gran problema. Entonces la gente deja de pensar en el cine como una forma de arte amplia con muchas iteraciones diferentes, con muchas ventanas al mundo”.
Las ventanas de Cannes al mundo no están exentas de obstrucciones. El festival a veces puede sentirse demasiado codificado en una versión de autor masculino de arte y ensayo. Pero sigue siendo una de las vitrinas más emocionantes y elásticas de las posibilidades del cine.
Debido a su alcance y posición única como un autodenominado templo del cine, Cannes a menudo sirve como un referéndum sobre el cine y una barricada en la Riviera francesa contra las mareas del cambio. Eso fue especialmente cierto este año. Para su 75 aniversario, Cannes reunió a un elenco de cineastas para debatir el futuro del medio. Guillermo del Toro, quien encabezó el esfuerzo, calificó las estructuras cinematográficas actuales como “no sostenibles”.
“Estamos descubriendo que es más que el sistema de entrega lo que está cambiando. Lo que está cambiando es la relación con la audiencia”, dijo el realizador mexicano. “¿Lo sostenemos, o buscamos y somos aventureros?”
Las preguntas planteadas por Del Toro y otros fueron, sin duda, importantes para cualquiera que haga o vea películas hoy en día. Pero a menudo, las mejores respuestas se encontraban en la pantalla, donde el espectro de cine exhibido fue embriagadoramente vasto. Sí, hubo superproducciones (“Top Gun: Maverick” de Joseph Kosinski, “Elvis” de Baz Luhrmann) que hicieron mucho ruido. Pero, a diferencia del múltiplex, no fueron el único espectáculo en la ciudad. Las grandes películas existieron junto a una marquesina aparentemente ilimitada, llena de descubrimientos.
Estuvo la emoción imaginativa del retorcido cine noir del director surcoreano Park Chan-wook, “Decision to Leave”, una historia de amor envuelta en un procedimiento policial. El análisis sobrio de “R.M.N.” de Cristian Mungiu, un microcosmos rumano de xenofobia que se desarrolla en una poderosa escena del ayuntamiento y una toma final devastadoramente lírica. Y la dolorosa melancolía “One Fine Morning” de Mia Hansen-Løve, un drama íntimo de París sobre una madre soltera (una magnífica Lea Seydoux) con un padre agonizante que logra sostener la vida y la muerte, el amor y la soledad en la tierna palma de su mano.
Todos esos cineastas han estado en Cannes antes, y probablemente volverán a estarlo. Pero una de las sacudidas más emocionantes del festival este año provino del debut, en la sección de la Semana de la Crítica de Cannes, de la guionista y directora escocesa Charlotte Wells. Su película “Aftersun”, protagonizada por Paul Mescal y Frankie Corio, es una historia de padre e hija contada con tanta destreza que escapa a todos los clichés habituales de esa relación. Si alguna vez hubo una buena razón para esperar que las películas tengan un futuro estable, es la aparición de cineastas como Wells.
El hecho de que momentos destacados como “Aftersun” y “One Fine Morning” provinieran de secciones laterales en Cannes, en lugar de su programación principal de 21 películas en competencia, fue en sí un recordatorio de que encontrar las mejores cosas hoy en día puede requerir ver más allá de los escenarios principales.
Eso solo es más cierto en casa, lejos de la tierra de fantasía de la Costa Azul de Cannes. Las películas han vuelto a los cines después de dos años de pandemia y, dado que las perspectivas para los servicios de streaming no son tan optimistas como antes, ver filmes en pantalla grande ha adquirido cierto impulso. Aun así, las ofertas habituales de un sábado por la noche en la taquilla hablan más de saturación del mercado que de variedad. Durante el fin de semana largo por el feriado del Día de los Caídos en Guerra en Estados Unidos, “Top Gun: Maverick” se estrenó en un récord de 4.735 pantallas de cine.
En ese entorno, ¿cuál será la vida después de Cannes para las películas que se destacaron en Francia? Compañías como A24, que adquirió “Aftersun”, producida por Barry Jenkins, así como el drama infantil “Close”, de Lukas Dhont, han encontrado maneras novedosas de llegar a grandes audiencias. El estudio boutique recientemente logró su mayor éxito con la alegremente original “Everything Everywhere All at Once”.
Sony Pictures Classics, que confía en que el público adulto siga regresando a los cines, adquirió “One Fine Morning”. Neon, que llevó a la ganadora de la Palma de Oro de 2019 “Parasite” (“Parásitos”) a alzarse con el Oscar a la mejor película, compró su tercera ganadora consecutiva de la Palma, “Triangle of Sadness” de Ostlund, una sátira desenfrenada coprotagonizada por Woody Harrelson. Ostlund describió su película como la fusión de las sensibilidades del cine de autor y de Hollywood.
Esos distribuidores esperarán que haya apetito por algo diferente de lo que normalmente se sirve en los cines.
“El hombre no puede vivir solo de Batman”, dijo Luhrmann, mientras elogiaba “The Batman” de Matt Reeves.
Tom Hanks, tomando el mismo ejemplo de su director de “Elvis”, me dijo que él también pensaba que “The Batman” era genial. Pero lo dejó reflexionando.
“También tuve que pensar: ¿Se supone que debemos olvidar todas esas otras películas de Batman que salieron?”, preguntó Hanks, quien generalmente se ha mantenido alejado de las secuelas y nuevas versiones. “¿De verdad están diciendo, ‘¿quién es ese tipo?’ cuando Batman entra en la habitación? Yo sé quién es Batman. ¿Estas personas no saben quién es Batman?”
“Hay algo magnífico y siempre lo habrá en la película que se destaca por sí misma”, agregó Hanks.
Hubo muchas otras películas en Cannes que se destacaron decididamente por sí mismas. Una fue la irónica “Showing Up” de Kelly Reichardt, la cuarta película de Reichardt con Michelle Williams y una obra particularmente decisiva para la realizadora independientes de 58 años de películas minimalistas y discretas. Williams interpreta a una artista en Portland llamada Lizzy que, al igual que Reichardt, esculpe retratos de mujeres a escala modesta, solo que su medio es la cerámica. Mientras se prepara para una pequeña exposición en una galería, Lizzy hace malabares con varias molestias y distracciones, pero, al igual que Reichardt, al final hace algo genuinamente personal y vale la pena verlo.