El aberrante tuit de la actriz Roseanne Barr, que compara a la asesora del ex presidente Barack Obama, Valerie Jarrett, con un simio, puso nuevamente el tema de la raza en el centro del debate nacional, donde siempre debería estar. El flagelo del racismo se presenta de varias formas y ha sido una parte integral de la historia de Estados Unidos mucho antes de la fundación del país. De todos modos, la forma más odiosa del racismo es cuando aparece como parte de la política oficial: tal es el caso de la categoría “extremista defensor de la identidad negra” recientemente adoptada por el FBI.
La etiqueta “extremista de la identidad negra” fue revelada el año pasado cuando se filtró a la prensa un informe del FBI, que desató una tormenta de críticas por parte de grupos de defensa de las libertades civiles y la justicia racial, que alegaban que el FBI estaba regresando a un comportamiento similar al que adoptó durante los años del COINTELPRO, su programa de contrainteligencia de las décadas del ‘50, ‘60 y ‘70, que criminalizaba, vigilaba, infiltraba y destruía las organizaciones de protesta, como las Panteras Negras, y condujo al encarcelamiento y la muerte a muchas personas.
Este reciente informe del FBI filtrado, titulado “Los extremistas de la identidad negra probablemente estén motivados para atacar a agentes del orden público”, fue fechado el 3 de agosto de 2017, solo tres días antes del violento acto político de grupos de supremacistas blancos en Charlottesville, Virginia, en el que fue asesinada la activista contra el racismo Heather Heyer y decenas de personas más resultaron heridas.
Además del memorándum del FBI, otros documentos obtenidos por varios grupos en virtud de la Ley de Libertad de Información revelaron la existencia de un documento interno del Departamento de Seguridad Nacional de Estados Unidos que el personal denominaba “Documento sobre la raza”. La Unión Estadounidense por las Libertades Civiles, el Centro para la Justicia en los Medios y otras 40 organizaciones han presentado una solicitud a la secretaria del Departamento de Seguridad Nacional, Kirstjen Nielsen, donde piden que se haga pública la versión no censurada de este documento. El departamento publicó una copia, pero el texto estaba totalmente tachado.
“Creemos que el ‘Documento sobre la raza’ puede sugerir incorrectamente que el activismo político negro –protegido por la Constitución– debería considerarse un indicador de conducta criminal o una amenaza a la seguridad nacional”, escribieron los suscriptores de la carta, donde expresan su preocupación por las “graves repercusiones para los derechos constitucionales y la seguridad de las personas negras y morenas en Estados Unidos, y, en particular, de los manifestantes y activistas de color”.
Al menos un activista afroestadounidense ha sido encarcelado por ser considerado un “extremista de la identidad negra”. Rakem Balogun, un activista radicado en Dallas, cree que fue la primera persona arrestada bajo esta etiqueta. Balogun describió su arresto en una entrevista para Democracy Now!: “El 12 de diciembre de 2017, alrededor de las seis de la mañana, mi hijo y yo estábamos en casa descansando cuando los agentes del FBI derribaron la puerta y de inmediato nos sacaron para afuera en ropa interior, a punta de pistola”. Balogun pasó cinco meses en prisión por falsos cargos de posesión ilegal de armas de fuego, que fueron retirados más adelante. Él nos explicó: “El FBI me estuvo vigilando durante más de dos años y medio bajo el concepto de terrorista doméstico. El juez me negó el derecho a fianza a raíz de mi uso del derecho —consagrado en la Primera Enmienda— a criticar a los agentes de policía vía Facebook”.
Malkia Cyril, directora ejecutiva del Centro para la Justicia en los Medios y activista del movimiento Black Lives Matter en el área de la Bahía de San Francisco, conoce de cerca la agresiva vigilancia del FBI hacia las personas de color. Cyril relató en una entrevista para Democracy Now!: “Mi madre era miembro de las Panteras Negras en Nueva York. Dirigió el programa de desayunos gratuitos para niños y niñas en Nueva York. Y mi madre recibió una visita del FBI unas semanas antes de morir, en 2005. Así que este acoso del FBI contra activistas negros no terminó en 1969. No terminó cuando el COINTELPRO quedó expuesto en 1971. Sigue hasta el día de hoy. Bajo las condiciones políticas actuales se está atacando a los activistas negros, a los musulmanes, a los inmigrantes, mientras que los supremacistas blancos andan libres”.
El medio The Intercept obtuvo documentos del FBIque confirman que esta agencia vigiló y se infiltró en los grupos activistas que se estaban organizando tras el asesinato en 2014 del adolescente afroestadounidense Michael Brown a manos de agentes policiales, en Ferguson, Missouri. Gran parte de la vigilancia se basó en información de “fuente abierta” o acceso público, como publicaciones en redes sociales con los planes de viaje de los activistas.
¿Dónde está el FBI cuando se trata de los recientes agresores blancos que cometen tiroteos en masa, que publican contenido altamente perturbador en las redes sociales antes de perpetrar sus masacres? Dimitrios Pagourtzis, que asesinó a ocho estudiantes y dos profesores en la escuela secundaria de Santa Fe en Texas, había publicado en Facebook la foto de una camiseta que decía “nacido para matar”. Nikolas Cruz, de 19 años de edad, que mató a 17 personas en la secundaria Marjory Stoneman Douglas en Parkland, Florida, había sido denunciado ante el FBI y la policía más de 40 veces, en parte por sus inquietantes publicaciones en las redes sociales; sin embargo, nunca fue arrestado.
El racismo es inaceptable en todo momento y en todo lugar. Ya sea que se trate de un tuit de una estrella de televisión o de uno del presidente, del castigo de los propietarios blancos de la Liga Nacional de Fútbol Americano contra los atletas negros, por arrodillarse en protesta por la brutalidad policial, o el arresto de clientes afroestadounidenses, como sucedió recientemente en un café Starbucks de Filadelfia. Y deberíamos ser especialmente intolerantes hacia el racismo cuando se presenta en la forma de una política oficial del gobierno, plasmada negro sobre blanco en documentos secretos.