WASHINGTON — Mark Matulaitis alza los brazos para que el especialista en mal de Parkinson pueda chequear sus temblores. Pero no está en el consultorio del médico: Matulaitis está sentado en su casa en un área rural de Maryland mientras un neurólogo a centenares de kilómetros de distancia le examina mediante la cámara en su laptop.
Bienvenidos a las consultas médicas virtuales, el último giro en la telemedicina. Está recibiendo atención creciente como forma conveniente de diagnosticar padecimientos simples, tales como si ese flujo nasal y la tos que le acompaña es un resfriado o influenza. Una compañía incluso ofrece una aplicación para smartphones que permite a consumidores conectarse con un médico para una consulta de 49 dólares.
Ahora, grupos de pacientes y activistas están presionando para expandir la atención digital a personas con enfermedades crónicas complejas.
“¿Por qué no podemos proveer atención a la persona dondequiera que esté?”, pregunta el doctor Ray Dorsey, neurólogo del Centro Médico de la Universidad de Rochester, que encabeza un estudio nacional de consultas a distancia a pacientes con Parkinson y ve un uso más amplio.
“Piensa en el esfuerzo que es llevar a tu mamá con Alzheimer a un gran centro médico urbano. Simplemente cruzar el estacionamiento los confunde”, añadió. “Esa es la atención estándar, pero ¿es lo que deberíamos hacer?”.
Pero existen obstáculos: Aunque el programa Medicare de atención médica para ancianos cubre algunas formas de telemedicina, no paga usualmente por exámenes vía video cuando el paciente está en casa. Además, los médicos que examinan a distancia deben contar con licencia de los estados en los que viven sus pacientes. Algunos estados restringen ese tipo de atención y prescripción disponible vía telemedicina.
Aproximadamente 40% de los pacientes con Parkinson no ven a un especialista, en parte porque viven demasiado lejos, aunque los estudios indican que aquellos que ven a especialistas están mejor, de acuerdo con la Red de Acción de Parkinson.
Cuando Matulaitis recibió el diagnóstico inicial en el 2011, su esposa tuvo que tomarse un día libre para manejar más de dos horas a una clínica de Parkinson. Una vez que fue estabilizado con medicamentos, Dorsey inscribió al paciente en un estudio piloto de consultas médicas por video. El sistema era simple: El médico enviaba por correo electrónico un enlace a uh software de video diseñado para privacidad.
Él está feliz con el sistema.
“Es lo mismo que si has hecho Facetime en un iPhone”, explicó Matulaitis, de 59 años, que continúa sus visitas virtuales con Dorsey varias veces al año. “Le permite al médico ver al paciente en su mejor forma”.