Roberto A. Nodal
El asesinato del candidato presidencial ecuatoriano Fernando Villavicencio profundiza la peor crisis de segu
ridad en la historia del país y sacude el tablero político a solo pocos dias de las elecciones convocadas para el próximo 20 de agosto. Y a la vez ha puesto en evidencia la magnitud de la presencia del narcotráfico en Ecuador, y en contra del cual el fallecido candidato se había pronunciado enérgicamente, y prometido mano dura en caso de salir electo. Como respuesta, el presidente Guillermo Lasso ha considerado el asesinato un intento del crimen organizado por “amendentrar al Estado” y “sabotear” los referidos comicios, tal y como previsto por el Consejo Nacional de Ecuador (CNE). Por ahora, el presidente ha mantenido en vigor el calendario electoral y decretado el llamado de “estado de excepción,” o de emergencia nacional, durante los próximos 60 dias, y lo que supone el despliegue de militares y policias en todo el país para garantizar la seguridad, y a la vez restringe derechos fundamentales como la libertad de reunión y la inviolabilidad de domicilio.
Villavicencio, de 59 años, periodista de profesión convertido en político, forjó su carrera con una serie de denuncias de corrupción contra el polemico ex- presidente Rafael Correa (2007-2017) y en base de las cuales el mismo actualmente exiliado en Bélgica- recibió una condena (en ausencia) de ocho años de carcel. Durante su reciente campaña presidencial, Villavicencio centró su objetivo sobre las mafias que operan abiertamente en Ecuador. Inclusive dias antes de su muerte había denunciado amenazas contra él. El fallecido candidato recibió varios balazos en la cabeza en momentos de ascender al vehiculo en que se trasladaba; y aunque con amplio despliegue de protección, siempre rechazó usar chaleco antibalas o coche blindado, alegando que “mi chaleco antibalas es el pueblo.” Su lema de campaña era “Es tiempo de valientes;” se declaraba de orientación centroizquierda y frecuentemente recordaba su pasado humilde en una pequeña comunidad del interior del país. Entre sus promesas estaban la creación de una prisión de “altísima seguridad,” y de una Unidad Antimafia, “con apoyo extranjero,” así como la militarización de los puertos para evitar la entrada ilegal de drogras en el país.
Ecuador es, en muchos aspectos, una nación propicia para los carteles del narcotráfico. Situado entre Colombia y Perú, el país tiene una amplia costa hacia el Pacifico y su economía está dolarizada, y lo que facilita el lavado de dinero. Los ajustes de cuentas entre las distintas bandas en carceles de máxima seguridad son cada vez mas habituales, y con frecuencia desembocando en muertes violentas y las que, según cifras actuales, se han cuadruplicado desde 2019, y convirtiendo así a Ecuador del país tranquilo que generalmente fue, a uno de los mas peligrosos, y en una forma que no había experimentado antes. Un nivel de violencia que ha obligado a la gente a encerrarse en sus casas, y obligando a los negocios a cerrar, o a los colegios a suspender las clases, a la vez que los ecuatorianos viven dia a dia el temor de ser secuestrados o extorsionados, como ocurre ahora. Lamentablemente, la debilidad del Estado ecuatoriano, a veces sumido en pugnas internas -y que derivaron en gran parte incluso en el adelantamiento de las elecciones- ha proporcionado fuerzas a las bandas criminales. El asesinato de Villavicencio es hasta ahora el cuarto de un político ecuatoriano desde el inicio de la campaña aunque el primero de un candidato presidencial. Su caso inclusive ha encontrado ecos con el del candidato presidencial colombiano Luis Carlos Galán, asesinado en 1989, y cuyo principal tema de campaña era el arresto y extradición de los traficantes a Estados Unidos.
De por sí ya Ecuador llevaba meses en estado de conmoción. En mayo, el presidente Lasso decretó una atribución constitucional que le permitía disolver la Asamblea Nacional y convocar elecciones anticipadas. Fue su estrategia contra una inminente destitución parlamentaria basada en presuntos hechos de “irregularidades” corruptivas. La muerte de Villavicencio no ha hecho mas que profundizar este escenario de desorden y caos, mientras los ecuatorianos se hunden en la incertidumbre de lo que el futuro les pueda traer. El candidato asesinado supuestamente contaba -según encuestas que lo situaban en cuarto o quinto lugar- con pocas posibilidades de triunfo en una contienda que tiene como favorita a Luisa González, la candidata del partido de Correa. En todo caso, el golpe sin duda ha sido aplastante para la campaña. Este asesinato ha sido solo un ejemplo de como las bandas criminales organizadas se han convertido en una amenaza para la estabilidad de las democracias latinoamericanas. Y que hace necesario que los paises de la región trazen una mas enérgica y bien coordinada estrategia conjunta para hacer frente al flagelo del terrorismo político, y por todos los medios, a pesar de que no sea tarea fácil, evitar futuros actos sangrientos, que como este, ha cubierto de sangre la campaña electoral ecuatoriana.