SAN FRANCISCO — Según la AP, Hing Yiu Chung vive en un barrio muy mezclado de San Francisco que fue duramente golpeado por la pandemia del coronavirus. Si bien cuesta conseguir vacunas, esta mujer de 69 años logró inocularse llevando pruebas de dónde reside.

Tuvo que hacer una cola de dos horas junto con otras personas mayores, algunas inválidas o que usaban bastones, para recibir una de las aproximadamente 200 vacunas que da todos los días una clínica de Bayview.

“Por suerte no fue un día frío ni llovió. De lo contrario hubiera sido más duro”, declaró esta mujer china.

La experiencia no fue la ideal, pero ofrece a mucha gente pobre, hispanos y afroamericanos la posibilidad de vacunarse en el marco de una iniciativa de numerosas comunidades que se enfocan en los códigos postales más afectados por el COVID-19.

Dallas ensayó algo parecido, dando prioridad a ciertos códigos postales donde generalmente hay grandes comunidades minoritarias, pero dejó de lado esa política cuando el estado amenazó con reducir la cantidad de vacunas que le asignaba.

La distribución de vacunas de una forma equitativa y justa plantea serios dilemas y las autoridades deben primero definir qué significa una distribución justa. Debaten qué factores hacen que una persona se adelante en la lista de espera: si la pobreza, el hecho de pertenecer a una minoría o si tienen incapacidades. Algunas simplemente se proponen vacunar a la mayor cantidad de gente posible, lo más rápidamente posible.

En California, que prioriza a los ancianos y los trabajadores del campo de la salud, el gobernador Gavin Newsom anunció la semana pasada una alianza con el gobierno federal para vacunar a una gran cantidad de personas en Oakland y el este de Los Ángeles, diciendo que querían enfocarse en comunidades de gente humilde “que muchas veces es ignorada”.

“No solo queremos velocidad y eficiencia, sino también una distribución equitativa de las vacunas”, declaró el lunes a la prensa en San Diego. Insinuó que pronto abriría un centro de vacunaciones grande para trabajadores del campo y del sector alimenticio en el centro de California.

Newsom indicó asimismo que un nuevo sistema de distribución de vacunas pagará a los proveedores que ofrecen vacunas en barrios vulnerables y comunidades donde viven minorías.

“Lamentablemente, debido a la historia de racismo y discriminación de Estados Unidos, lo que vemos ahora es que los recursos de esas comunidades no son asignados de forma equitativa”, declaró la directora de salud de California Nadine Burke Harris. “Por ello tenemos que ofrecer incentivos y pagar si queremos tener resultados similares en comunidades vulnerables”.

Algunos condados no esperan por un programa estatal.

En el condado agrícola de Fresno se asignaron vacunas a los trabajadores del campo, en tanto que más al sur, en el condado de Riverside, las autoridades llegaron a un acuerdo con una organización defensora de los inmigrantes para inocular a trabajadores del campo.

En el condado de Santa Clara, cerca de San Francisco, líderes barriales llamaron a Newsom la semana pasada para que les diese prioridad a los códigos postales con las tasas de COVID-19 más altas, quejándose de que las vacunas van a los distritos de gente pudiente, con acceso a la internet y tiempo disponible. Los hispanos representan una cuarta parte de la población y más de la mitad de los contagios de coronavirus.

“Nuestro mensaje al gobernador es simple: Déle prioridad a las comunidades más golpeadas por esta pandemia. Eso es ser equitativo”, dijo Jessica Paz-Cedillos, directora ejecutiva de la Escuela de Artes y Cultura de la Mexican Heritage Plaza, uno de cinco códigos postales del condado de Santa Cruz donde las tasas de infección son dos veces el promedio del condado.

La plaza de San José ofrece vacunas dos días a la semana para residentes del condado, a los que atiende según su orden de llegada. Los ancianos hacen cola desde antes del amanecer, llevando sillas y mantas.

En un nuevo centro de vacunación del Mission District de San Francisco, que también tiene altas tasas de infección, se repiten escenas similares. Se reservan unas 120 dosis diarias para ancianos y trabajadores del campo de la salud, pero Jon Jacob, de la Latino Task Force, dice que vio cómo vacunaban a unas 200 personas hace poco, incluidas algunas nonagenarias.

Comentó que ver colas de ancianos desesperados era “desgarrador”, pero que es importante que las clínicas den prioridad a las personas de los códigos postales más postergados.

“Lo que no quiero”, expresó, “es que pase lo que está pasando en Washington Heights (Manhattan) o en South Central (Los Ángeles), donde hay médicos que sirven a la comunidad afroamericana y que dicen ‘nunca vi tantos blancos en este barrio’”.

Aura Sunux, una guatemalteca de 43 años que hace entregas de comidas a domicilio, se vacunó el lunes.

“Me sentí muy aliviada”, manifestó. “No me enfermé, pero estuve muy cerca de gente que dio positivo”.

“Todo el mundo se maneja como si esto se terminase en uno o dos meses”, dijo Karthick Ramakrishnan, directora fundadora del Centro Riverside para la Innovación Social de la Universidad de California. “Este es el momento de preparar estos sistemas para que los más afectados por el COVID, en relación con la cantidad de casos y de muertes, tengan buenas oportunidades de ser vacunados”.

Una demanda abrumadora y escasez de suministros puede desalentar a la gente, sobre todo en comunidades donde los residentes no creen demasiado en las vacunas.

Las autoridades sanitarias dicen que es vital trabajar con grupos de la comunidad.

“Podemos tener un millón de clínicas”, dijo José Arballo, vocero del servicio sanitario del condado de Riverside. “Pero si la gente tiene miedo o sospecha que la información va a ser compartida con la policía inmigratoria, no va a venir”.