Roberto A. Nodal

Quizás la firma del reciente acuerdo, suscrito en Cuba, entre las guerrillas de las FARC y el gobierno del Presidente Juan Manuel Santos -luego de cuatro años de arduas y complicadas negociaciones, y también de decadas de conflicto y de miles de muertos y heridos- haya sido la parte mas fácil.    Ahora viene la etapa decisiva y quizás la mas delicada: la oficialización de dichos acuerdos, en base del plesbiscito, convocado por el Congreso colombiano para el dos de octubre y en el cual la población deberá decidir si apoya o rechaza dichos acuerdos.  El propio Presidente Santos ha dejado bien claro de que “la ultima palabra la tendrán los colombianos.”

De por sí la batalla por el plebiscito parece haber llenado de incertidumbre la política nacional, sobre todo desde que el ex-presidente Alvaro Uribe -actual lider del partido “Centro Democrático” y acerrimo opositor de los acuerdos-  asegurase que haría activa campaña por el “no,” por considerar a las FARC como elementos poco confiables.  De esta manera se ha creado prácticamente una guerra campal entre partidarios y opositores de ambas tendencias, y los que han reiterado de que lucharán hasta el fin por lograr sus respectivos objetivos y posiciones.

Para que el plesbiscito sea aprobado se necesitarían al menos 13 por ciento del censo electoral, o alrededor de 4.5 millones de votos favorables.   En caso de que los colombianos apoyen el acuerdo de paz el mismo cobraría validez y daría al gobierno luz verde para implementar y oficializar los puntos del mismo.  Una herramienta para eso sería el denominado “Acto Legislativo para la Paz;” una iniciativa que incorporaría los acuerdos a la estructura legal y constitucional a traves de proyectos presentados por el Presidente Santos y que otorgaría a este la facultad de agilizar la ejecución de los puntos esenciales del acuerdo.

Por otra parte, las consecuencias de que el “no” se imponga pudiera traer resultados inciertos y en cuyo caso los acuerdos firmados en La Habana se invalidarían y, aunque eso no implicaría necesariamente una ruptura total entre ambas partes, los analistas políticos consideran que el triunfo del ‘no” representaría un serio revés tanto para la organización guerrillera como para el gobierno de Santos.

Recordemos de que a pesar de los acuerdos recién logrados, aún queda en Colombia una guerrilla activa, el “Ejercito de Liberación Nacional” (ELN) y varios grupos neoparamilitares, y lo cual quiere decir que, aún ganando el “sí,” la violencia no desaparecerá de la noche a la mañana, pero en todo caso un acuerdo final con la FARC al menos permitiría que el país dejara de acumular miles de muertos y heridos por la sinrazón de guerra.   Sin embargo, esa meta -la de lograr una paz duradera- aún permanece inconclusa hasta que se logren los resultados  del referido plesbiscito.   La decisión final, por tal, queda en manos del pueblo colombiano.