Roberto A. Nodal

Es casi imposible concebir que han pasado ya mas de dos décadas de uno de los mas brutales y salvajes acontecimientos que se recuerdan en la historia moderna, al ser atacada y sacudida en su propio territorio la nación norteamericana, por manos demenciales y criminalmente fanáticas, el 11 de

Septiembre de 2001. La estrepitosa caída de las Torres Gemelas en Nueva York, el ataque contra el Pentagono y el derribo del otro avión en Pennsylvania fueron como un puñal envenenado del terrorismo, clavado en el mismo corazón del mundo civilizado. No fue, sin embargo, solo un atentado contra este país sino mas bien contra la humanidad completa. Fue una diabólica maniobra cuidadosamente planeada y friamente ejecutada por satánicas fuerzas del mal.

Luego de dos décadas aún están vivas en nuestras mentes las imágenes espeluznantes del deliberado choque de los dos aviones contra las torres y los miles de cadaveres esparcidos por doquier y de restos horriblemente calcinados de inocentes de multiples edades y nacionalidades. Con ese sangriento acto, el macabro grupo Al-Qaida, que asumió plena responsabilidad por la ejecución del mismo, dió una perfecta demostración de su maestría como verdaderos expertos del terror.

No obstante, los que perpetraron tan malvados actos hace mas de dos decádas se equivocaron. Ellos subestimaron a este país y pensaron que se debilitarían la confianza y la moral del mismo, pero por el contrario, el barbárico crimen solo contribuyó a solidificar la unidad y resolución del pueblo norteamericano y la adhesión de éste a sus lideres y gobierno, y la capacidad de este ultimo de enfrentarse a un enemigo despiadado, cobardemente escondido entonces en las cavernas y que solo daba la cara esporádicamente por medio de cintas e imágenes televisivas pre-grabadas. Ese acto cobarde en sí fue el resultado del odio acumulado por generaciones y de feroces y sangrientos enfrentamientos, alimentado por la intransigencia y el fanatismo. El criminal ataque también logró que salieramos de un cierto letargo en el que estabamos sumidos, ya que siempre dabamos por seguro la seguridad de nuestras vidas, de nuestras libertades y democracia y de la invunerabilidad de este país. Siempre confiamos en la máxima protección que nos brindaba el sistema y nunca ni remotamente imaginamos que algo similar sucediese aquí en esta nación. Pero mucho desde entonces ha cambiado y hemos aprendido durante este tiempo a ser mas cautelosos y nunca bajar la guardia pero a la vez de igualmente nunca rendirnos aún por mayor que fueran las adversidades.

Lamentablemente y en muchos aspectos, Septiembre 11 fue el resultado de un colosal fallo de seguridad por parte de Estados Unidos, y así mismo lo han reconocido las autoridades norteamericanas. Recientemente se ha informado que el Presidente Biden planea otra “declasificación” de importantes y altamente sensitivos documentos que el gobierno nunca ha hecho publicos sobre 9/11, y es de esperar que de esa manera sepamos la verdad completa de lo que estuvo detrás de esos salvajes actos ya que a pesar de los multiples comités investigatorios, los voluminosos reportes, etc., aún quedaron el el aire muchas incognitas e interrogantes que nunca llegaron verdaderamente a quedar claras, en lo que fue sin duda alguna uno de los mayores actos de terrorismo que la humanidad recuerde.

Hace mas de dos décadas atrás el suelo norteamericano se vió ensangrentado y cubierto de escombros, pero desde allí, a lo que se le llamó “Punto Cero,” siguen brotando flores blancas, porque el espirítu de honor, integridad y justicia ha quedado sembrado en el lugar donde existieron las Torres Gemelas. Al cumplirse el vigésimo segundo aniversario recordemos a todas las victimas de la tragedia. Nunca olvidaremos el 11 de septiembre de 2001 como el dia de la infamia, como una horrible pesadilla a nivel mundial, y también oremos para que -por el bien de las próximas generaciones- similares actos de esta naturaleza, con su secuela de odio, muerte y destrucción, no se vuelvan a repetir nunca mas.