Por GISELA SALOMON
MIAMI (AP) — Víctor Macedo huyó de amenazas y extorsiones en su natal Venezuela y luego en España. En busca de seguridad y con temor a perder la vida, cruzó con su mujer y sus dos hijos el río que separa la frontera con México y llegó a Estados Unidos, pero ahora teme ser deportado a su país.
La situación de Macedo le habría permitido acceder a un programa estadounidense conocido como TPS, que fue creado en los años 90 y confiere estatus temporal de migración a ciudadanos de algunos países con problemas que hacen difícil o inseguro deportarlos allí. Pero no será posible para el venezolano.
Para los venezolanos, el gobierno estadounidense anunció el TPS en marzo de 2021 y estableció que sólo beneficiaría a quienes llegaron antes del 9 de marzo de ese año. El problema para Macedo es que él y su familia llegaron a Estados Unidos en diciembre de 2021.
Y aunque recientemente el gobierno de Joe Biden extendió la aplicación del TPS hasta marzo de 2024, no cambió los requisitos para poder beneficiarse.
Macedo y otros 160.000 venezolanos que arribaron a Estados Unidos después de la fecha mencionada no podrán acogerse al programa, entre cuyos beneficios están la posibilidad de trabajar y frenar las deportaciones. Sin embargo, la cantidad de venezolanos que han cruzado desde entonces la frontera de manera irregular se ha incrementado exponencialmente: en los nueve meses comprendidos entre octubre de 2021 y junio de 2022 la patrulla fronteriza tuvo cerca de 112.200 encuentros con venezolanos, más del doble que en todo el año fiscal 2021.
La comunidad venezolana y un grupo bipartidista de legisladores han solicitado a las autoridades de Estados Unidos que rediseñen el TPS para amparar a aquellos que, como Macedo, llegaron más recientemente y no han podido regularizar su situación. Además de ellos, hay venezolanos con órdenes de deportación que tampoco tienen TPS y quedarían desamparados con la finalización, el 20 de julio, de otro programa conocido como DED, que ha frenado las deportaciones de todos los venezolanos desde enero de 2021, por 18 meses.
“Sentimos bastante desilusión. Teníamos esperanza de que aumentaran el plazo para poder entrar en el TPS”, expresó Macedo en una reciente entrevista con The Associated Press. “Ahora estamos a las vísperas de Dios. Es latente que nos puedan deportar, es un miedo muy grande”.
Desde la llegada al poder del fallecido presidente Hugo Chávez, en 1999, más de seis millones de venezolanos han salido de su país por razones políticas, de seguridad, o expulsados por una profunda crisis económica que atraviesa la nación sudamericana.
En Estados Unidos viven más de 423.000 venezolanos, según información de la oficina del Censo de 2019. De acuerdo con el gobierno, unos 343.000 podrían beneficiarse con el TPS. La gran mayoría —unos 231.000— ya lo ha solicitado, pero debido a las demoras que existen en el gobierno sólo unos 30.000 habían sido aprobados hasta diciembre de 2021, la información más actualizada que tiene disponible el gobierno.
Macedo era militante político y abiertamente opositor al gobierno socialista. Toda su vida trabajó en la panadería de su familia en Maracay, en la región central de Venezuela. Al lado de su negocio había un local del partido oficialista y con frecuencia los militantes les requerían que donaran dinero. Si no lo hacían, los amenazaban, dijo Macedo, cuya esposa fue golpeada por no haber colaborado, y perdió su embarazo.
En 2016 decidieron irse. Con pasaporte español llegaron a Estados Unidos y pidieron asilo, pero el proceso estaba demorado, sin avances. Ante la incertidumbre se fueron en medio de la pandemia a España dado que allí tenían posibilidades de trabajar legalmente. No obstante, en Madrid, asegura, lo reconocieron venezolanos del grupo que los había amenazado en Venezuela y como volvieron las extorsiones y el miedo, regresaron a Estados Unidos en diciembre, dijo el hombre de 36 años.
Primero intentaron por avión, pero los regresaron a España por falta de visa. Luego intentaron nuevamente por la frontera. Macedo, su esposa y sus hijos de 11 y tres años cruzaron el Río Bravo caminando, con el agua hasta el cuello y casi arrastrados por la corriente, dijo. Llegaron a Texas y se entregaron a la patrulla fronteriza, que los liberó después de cuatro días.
“Todo con la mentalidad de que mi familia esté segura aquí”, expresó el hombre, acongojado mientras contaba que su hijo cargó a la mamá para que no se ahogara en el río.
Macedo está nuevamente en proceso de asilo, pero como éste aún no ha sido aprobado y quedó afuera del TPS, teme que lo detengan y deporten a su país en una cita que tiene con las autoridades de inmigración en agosto. “Nos sentimos desamparados, con zozobra y tristeza”, dijo refiriéndose a la decisión del gobierno de extender el TPS sin cambiar sus requisitos para poder incluirlos.
Algunos expertos aseguran que quienes quedaron fuera del TPS tienen razones para estar preocupados.
“Lamentablemente tiene un impacto negativo en la comunidad venezolana para las personas que entraron después del 8 de marzo”, expresó a la AP el abogado de inmigración José Guerrero. Explicó que si esas personas no tienen ningún otro recurso migratorio, como un familiar legal que los haya reclamado, una petición de ajuste de estatus o reunificación familiar, o un asilo válido “corren el riesgo de ser deportados”.
Es también el caso de Ramón Bólivar, un venezolano que por miedo a perder su vida dejó todo en su país y cruzó la frontera con México en agosto de 2021.
Bólivar, un activista que participaba en marchas opositoras en Venezuela, dice que fue amenazado de muerte por grupos paramilitares afines al gobierno de su país, que también lanzaron bombas contra su casa. Abandonó su empresa de compra y venta de autos y salió por primera vez de su país en 2016 rumbo a Chile, donde vivió y trabajó legalmente cinco años. En 2021 comenzó a recibir llamadas telefónicas pidiéndole dinero y amenazando con matar a sus padres, que aún viven en Venezuela, asegura, y finalmente decidió venir a Estados Unidos.
En septiembre tiene una cita con las autoridades de inmigración en Orlando, la ciudad del centro de la Florida donde vive en casa de un amigo, y al igual que Macedo teme allí que lo detengan.