CIUDAD DE MÉXICO — Según la AP, el temblor duró segundos, pero tres años después los restauradores siguen encarando una tarea monumental: La mitad de los 2.340 edificios e iglesias de la época colonial dañados en el terremoto que azotó México en el 2.017 todavía deben ser reparados, restaurados o reconstruidos parcialmente.

Es una tarea titánica: Abundan los muros y las cúpulas de piedra y morteros de cal a punto de derrumbarse, sin un gramo de cemento o varas de metal, que tienen que ser reconstruidos usando los mismos materiales de otros tiempos.

Esto no quiere decir que el trabajo sea primitivo. En la iglesia Nuestra Señora de los Ángeles, cerca del centro de la capital, las obras de restauración parecen una escena de la era espacial: Imponentes estructuras metálicas de soporte son bajadas delicadamente por enormes grúas para sostener la cúpula de la iglesia, la mitad de la cual se derrumbó. La otra mitad del domo de 100 toneladas que permanece en su lugar está 25 metros (80 pies) arriba de los trabajadores.

“Siempre hay una sensación de riesgo al estar ahí adentro, pues se percibe que en cualquier momento podría sufrir algún desprendimiento, si no ya un colapso, como como sucedió en 2017”, expresó Antonio Mondragón, arquitecto del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) que dirige la restauración. “Cualquier desprendimiento de material proyectado desde 25 metros de altura resulta muy peligroso. Sabemos que no podemos permanecer demasiado tiempo en el interior”.

Mondragón aprendió a respetar la vieja iglesia, construida en el sitio que ocupó una capilla de fines del 1.500, de la que queda solo una porción de los muros. La cúpula fue construida entre 1.740 y 1.884. El arquitecto dice que la iglesia es “noble”. La cúpula no cayó durante el temblor sino cinco días después, dando tiempo a que saliese la gente y se sacasen los objetos preciosos.

Es tan peligroso pararse debajo de los restos de la cúpula que muchas de las estructuras de acero son preparadas en otros sitios y luego bajadas con mucho cuidado por el hueco de la cúpula; las vigas de acero apuntalan simultáneamente los muros que quedan de la cúpula, ofrecen una plataforma para trabajar justo debajo de la cúpula y el arco de más arriba, y soportan un techo metálico temporal.

Los expertos que trabajan en proyectos como este en todo México enfrentan los mismos dilemas con los que tropiezan los restauradores de otros sitios históricos, incluidos los que reconstruyen la catedral de Notre Dame en París: ¿Hay maeriales y artesanos a la altura de los que construyeron estas estructuras? ¿Cómo les explican las demoras a los impacientes ciudadanos modernos, acostumbrados a completar obras en semanas o meses?

“Es cierto que se ha perdido buena parte del conocimiento más especializado en el manejo de estos materiales. Se ha hecho ya de una manera un poco más tosca, tal vez, pero los oficios permanecen y hay gente que sabe trabajar estos materiales”, dijo Mondragón, aludiendo a las piedras y el tezontle, una roca volcánica roja muy liviana. Las canteras cercanas a la ciudad, sin embargo, se agotaron o fueron rellenadas para construir viviendas y “es cada vez más difícil encontrar materiales buenos”, expresó Mondragón. “Pero se pueden encontrar”.

Los restauradores inicialmente pensaron que tendrían que desmantelar lo que quedaba de la cúpula y rearmarla pedazo por pedazo, según Mondragón. Pero se dieron cuenta de que la causa del derrumbe había sido una bóveda central enorme y pesada encima de la cúpula, que se estaba inclinando porque la iglesia se hundía en forma despareja en el terreno húmedo de la Ciudad de México. Se determinó que la parte caída podía ser reconstruida y acoplada al pedazo que sobrevivió.

El proyecto de restauración de Nuestra Señora de los Ángeles, con un presupuesto de 2 millones de dólares, tomará al menos dos años. La gente a menudo pregunta por qué tanto tiempo. Hasta ahora, unas 1.100 de las 2.340 estructuras dañadas han sido restauradas.

El arquitecto Fernando Duarte Soriano está reconstruyendo las iglesias para el INAH en el vecino estado de Morelos. Dice que el techo del antiguo convento de San Juan Bautista de Tlayacapán, del 1.500, se derrumbó parcialmente en el terremoto.

Duarte Soriano dijo que a veces la comunidad se queja del tiempo que toman las restauraciones y acota: “Imagínese si son construcciones que tardaron hasta más de 100 años en construirse. Aquí en tres años estamos logrando esa consolidación estructural”.

La restauración del convento de Tlayacapán, cuya construcción empezó en 1.554, poco después de la conquista, está casi completa, pero decenas de iglesias necesitan atención urgente.

Duarte Soriano dirigió equipos que inmediatamente después del terremoto inspeccionaron 159 edificios de Morelos dañados, a menudo corriendo riesgos personales.

“A veces las bóvedas están a punto de colapsar, hay espadañas o campanarios colapsados, también cúpulas; contrafuertes, muros a punto de caerse. A veces era inseguro acceder a todos los lugares o subirse. Había el riesgo de que pudiera venirse encima en alguna parte”.

Al no poder eliminar las inclinaciones de algunas estructuras, habrá edificios restaurados que seguirán teniendo notables inclinaciones, sostenidos por cables de acero y contrapesos.

Los constructores de hace siglos, por otro lado, no eran genios infalibles: En las obras de reconstrucción se comprobaron algunos errores básicos, como el uso de piedras de río curvas en partes de los muros. Son piedras inestables, que no aguantan bien la argamasa.

Los expertos enfrentan todo tipo de desafíos: cómo reemplazar una vieja barra de metal torcida que se encuentra adentro de una delgada columna de piedra muy alta; cómo lidiar con cimientos que se hunden en terrenos húmedos; cómo restaurar campanarios que son parte de la vida diaria de los pueblos. Ha habido incendios y la ocupación de una iglesia que está siendo restaurada por parte de indigenes.

Filiberto Arias Araujo, el párroco de la iglesia San Juan Bautista de Tlayacapán, explica la importancia de los campanarios en la vida de los pueblos. Las campanas generalmente anuncian emergencias o convocan a la gente. Cuando los campanarios de San Juan Bautista fueron dañados en el 2.017, el pueblo quedó en silencio por tres años.

“Hace poco se hizo un toque de campanas para probar”, dijo el padre Arias Araujo. “Querían ver si había alguna vibración, sobre todo en la parte de la fachada. La gente estaba comentando padres. Nos emocionó escuchar lo que no habíamos escuchado en tres años de nuestras campanas, la voz de nuestro pueblo”.