El 17 de mayo de 1968, en medio de la calle principal de Catonsville, una localidad en las afueras de Baltimore, en Maryland, un grupo de sacerdotes y activistas católicos se agrupó en torno a una pequeña fogata que ellos mismos habían encendido y permanecieron allí rezando y cantando. Poco antes habían ingresado en una oficina de reclutamiento local del Ejército, de donde se llevaron 378 fichas de reclutamiento de los jóvenes de la categoría 1-A, que eran quienes tenían más probabilidades de ser llamados a filas para ir a la guerra en Vietnam. Quemaron las fichas con napalm de fabricación casera, hecho de gasolina y jabón en polvo, para simbolizar el uso por parte del ejército estadounidense del napalm contra civiles vietnamitas. Seis semanas antes, el 4 de abrilde 1968, Martin Luther King Jr. había sido asesinado en Memphis. El asesinato de Robert F. Kennedy ocurrió poco después. La guerra estaba en pleno apogeo, sin un final aparente, y estos nueve pacifistas, entre los que se encontraban dos hermanos, Dan y Phil Berrigan, ambos sacerdotes católicos, estaban participando en un acto de desobediencia civil no violenta en oposición a esta guerra. Los “Nueve de Catonsville”, como se los conoció más tarde, esperaron pacientemente hasta que llegara la policía del condado de Baltimore para arrestarlos. El fuego se apagó, pero esta osada acción fue una chispa que inspiró protestas similares en todo el país, alimentando el movimiento contra la guerra.
El padre Dan Berrigan expresó en un comunicado emitido por el grupo antes de la acción, dado que sabían que serían arrestados: “Nuestras disculpas, buenos amigos, por quebrantar el buen orden, por quemar papeles en lugar de niños”. Y agregó: “Sin ninguna duda, seremos puestos tras las rejas por algún tiempo de nuestras vidas naturales”.
Entre los nueve activistas también estaban Marjorie Melville, su esposo, Thomas Melville, y John Hogan. Años antes de la protesta en Catonsville, como parte de la orden religiosa Maryknoll, habían estado en Guatemala tras el derrocamiento respaldado por Estados Unidos del presidente electo por el voto popular, Jacobo Arbenz, en 1954. Los tres fueron expulsados de ese país por su simpatía hacia los pobres y hacia la causa revolucionaria en Guatemala. Marjorie y Thomas abandonaron su orden religiosa y se casaron.
La otra mujer que participó en la acción de Catonsville era Mary Moylan, una enfermera diplomada que había trabajado en Uganda. Más adelante declaró que su motivación para participar se debía a que deseaba ser parte de una “celebración de la vida, no una danza de la muerte”.
Los nueve fueron enjuiciados y, en 1970, recibieron condenas de hasta tres años de prisión. Dan Berrigan pasó a la clandestinidad y evadió el arresto durante cuatro meses. En un reciente encuentro de los ganadores del galardón Right Livelihood Award (también conocido como “Premio Nobel Alternativo”) en Santa Cruz, California, Daniel Ellsberg, el legendario denunciante que publicó los Papeles del Pentágono, nos dijo que la decisión que tomaron él y su esposa Patricia de pasar a la clandestinidad en 1971 se había inspirado directamente en la acción de Dan Berrigan del año anterior. Berrigan finalmente cumplió un año y medio de prisión por la protesta de Catonsville.
Como se muestra en la película documental “Hit and Stay”, los Nueve de Catonsville, junto con los llamados Cuatro de Baltimore, que habían realizado una protesta el año anterior en Baltimore, con el Padre Phil Berrigan a la cabeza, en la que vertieron su propia sangre en las fichas de reclutamiento militar, provocaron una ola de actos similares de desobediencia civil no violenta y antibélica. Esto inspiró tácticas más radicales que intensificaron el movimiento civil para poner fin a la Guerra de Vietnam.
También llevó a la creación del movimiento pacifista Plowshares, que significa “reja de arado” en español, que procura poner fin a la amenaza de una guerra nuclear. Las acciones del grupo están inspiradas en un enunciado del Antiguo Testamento, Isaías 2:4: “Forjarán sus espadas en rejas de arado y sus lanzas en podaderas. No alzará espada nación contra nación, ni se adiestrarán más para la guerra”.
En 1980, Dan Berrigan, nuevamente junto a su hermano Phil y otros activistas más, irrumpieron en una fábrica de misiles de General Electric ubicada en King of Prussia, Pensilvania. Allí martillaron los conos que conformaban la nariz de los misiles, causándoles un daño irreparable, y vertieron su sangre sobre las partes dañadas.
Recientemente se celebró el 50 aniversario de la acción de los Nueve de Catonsville, a pocas cuadras del sitio donde estos comprometidos activistas quemaron las fichas de reclutamiento. En 1968, la junta de reclutamiento local alquiló una oficina en el segundo piso de la sede de la organización Knights of Columbus. Se trata de una organización católica conservadora que no quiso tener nada que ver con la conmemoración, por lo que la placa recordatoria oficial del estado de Maryland se encuentra a unos cien metros de distancia, frente a la biblioteca pública de Catonsville.
En la ceremonia por el aniversario de la protesta, realizada junto a la placa recordatoria, una de los únicos dos miembros sobrevivientes de los Nueve de Catonsville, Marjory Melville, caminó con nosotros hasta la escena del “crimen” y describió lo sucedido ese día: “Recuerdo haber bajado las escaleras corriendo. Y luego nos quedamos aquí parados. No estaba pavimentado, así que era solo tierra, y fue fácil apagar el fuego después, cuando ya se habían quemado todas las fichas. (…) Esto fue antes de la era de las computadoras. Entonces, solo había una copia de cada ficha”.
Marjory continuó su relato: “No eran meras fichas de reclutamiento, eran las fichas A-1. Quienes tenían fichas A-4 u otras categorías no se vieron afectados. Acabo de conocer a dos hombres que pudieron posponer el llamado a filas porque estaban estudiando. Y me dijeron: ‘¿Por qué no quemaron las nuestras?’. Uno de ellos tuvo que servir dos años en el ejército al terminar los estudios. Nosotros tomamos todas [las fichas] que pudimos. Las metimos en cestas. Mary y yo evitamos que las dos empleadas nos detuvieran. Resistí mientras ellas se preparaban para derribarnos. Me paré frente a una de ellas. Había dos. Y Mary frente a la otra. Si querían usar el teléfono, bien, que llamaran a la policía. Eso no nos interesaba, porque íbamos a terminar antes de que [la policía] llegara”.
Cuando le preguntamos si, en retrospectiva, hubiera cambiado algo de todo lo que hizo, ella recorrió con la mirada el estacionamiento vacío y dijo, con una sonrisa: “Lo haría todo de nuevo”: “Esto es desobediencia civil. Nosotros nos quedamos. Esperamos. Nos tomamos de las manos y rezamos el padrenuestro. Y cuando llegó la policía, les dijimos ‘hola, muchachos’ y nos metimos en la furgoneta de la policía, camino a la cárcel local”. Su compromiso evoca el de Dan Berrigan, cuando finalmente fue arrestado después de estar en la clandestinidad. Un periodista le preguntó: “¿Cuáles son sus planes para el futuro?”. Esposado y sonriente, Berrigan hizo el signo de paz con la mano y gritó: “¡Resistencia!”.