Ayer, hoy, mañana: nuestra vida está estructurada en base al tiempo. Pero el presente es el único momento en que vivimos verdaderamente y que debemos utilizar según la voluntad de Dios. No podemos cambiar el pasado, y el mañana no nos pertenece.
Hoy, y no mañana, debo acercarme al Señor Jesús para escuchar su Palabra. Hoy, y no mañana, debo reconocer mis pecados y confiar en el Dios Salvador.
Jesucristo es el amo del tiempo y de la historia. Él es “el mismo ayer, y hoy, y por los siglos” (Hebreos 13:8). Su amor no cambia. Aquel que ha aceptado a Jesús como su Salvador personal puede decir: ayer dio su vida para que mis pecados fuesen perdonados. Hoy me socorre y me conduce, porque es mi pastor. Mañana vendrá a buscarme para llevarme junto a él. Un creyente escribió: «Este día es un don de Dios para ti. Si andas como a él le agrada, puedes contar con su protección. En este día Dios te confía una misión. Empieza tu jornada estando disponible para él. Es probable que alguien necesite que le eches una mano. ¿A quién vas a ayudar mediante una carta o unas palabras? Permanece junto a Jesús para que el tentador no llegue por sorpresa y te prive de las bendiciones que hoy Dios tiene reservadas para ti».
Hoy escudriña ¡oh Dios! mi corazón, en lo secreto tu mirada pon;todo lo malo quita en tu bondad, concédeme hacer tu voluntad.
¡Cuán importante es vivir hoy por la fe y recibir cada momento del día como un don de Dios, confiando en él! Entonces, ¿qué lugar tiene el pasado en el presente?
El pasado puede ser un obstáculo para su vida presente si lo embellece demasiado y fomenta así una nostalgia que le paraliza. “Nunca digas: ¿Cuál es la causa de que los tiempos pasados fueron mejores que estos?” (Eclesiastés 7:10). Refugiarse en el pasado le impide hacer frente a su responsabilidad actual.
Sin embargo, a veces necesitamos volver al pasado para juzgar nuestros hechos. Dios otorga su perdón a aquel que se acerca a él y le confiesa sus faltas. Si hemos recibido el perdón de Dios, no sería lógico atormentarnos por pecados pasados que ya hemos confesado al Señor, aun cuando debamos soportar ciertas consecuencias. Nuestro Dios es un Dios que perdona.
También es útil recordar el pasado para evitar repetir los mismos errores. Se ha dicho que los verdaderos hombres de progreso son quienes tienen un gran respeto por el pasado. Acordémonos de aquellos que nos dieron el ejemplo de una vida de fe con el Señor, y también de todo lo que él hizo por nosotros, sus consuelos, sus liberaciones y respuestas a nuestras oraciones. Entonces podremos vivir intensamente cada día, esperando Su retorno.
«He aquí, mañana reina hoy en la tierra», dijo un poeta francés. Así es, la vida parece pertenecer a quienes hacen proyectos, son emprendedores y construyen el porvenir. Pero ¿qué dice la Biblia? En lo concerniente a la vida actual, denuncia a los que hacen proyectos y pretenden disponer del porvenir sin tener en cuenta a Dios (véase Isaías 56:12; Santiago 4:13-15). También acusa a quienes dicen: –como el mañana es incierto, gocemos del momento presente; aprovechémoslo, “comamos y bebamos, porque mañana moriremos” (1 Corintios 15:32).
Pero la Escritura muestra que «mañana» no se detiene cuando llega la muerte: hay un más allá. Sólo Dios puede hablarnos de él. Nos advierte que “está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio” (Hebreos 9:27). Pero Dios nos ofrece gratuitamente el medio de evitarlo y ser salvos por Jesucristo. Si colocamos nuestro porvenir en su mano, podemos estar tranquilos.
Es cierto que a veces hace falta emprender proyectos, pero es necesario que lo hagamos sometiéndonos a Dios. Debemos construir nuestro presente y porvenir a la luz de la eternidad. Aprovechemos también el tiempo para leer en la Palabra de Dios lo que Él nos dice del futuro. Estudiemos sus profecías. Nuestra fe será fortalecida mediante la esperanza del retorno de Jesús, quien nos introducirá en el eterno presente del Dios de amor.